Suerte que llevaban el casco. Eso es lo que me ha dicho el médico. No lo sé, con el o sin el ahora están llenos de tubos y con esas maquinitas que dibujan sus vidas a ritmo de pitidos. He de llevar casi quince horas aquí sentada. Pero no quiero irme, no quiero abandonar tan pronto esta nueva vida que palpábamos con nuestras manos. No quiero. Me niego. Me niego a aceptar que las cosas dejan de ser de un momento para otro. Aún así nada ha sido mejor que esto. No que estar aquí. Me refiero a haber coincidido con ellos en este tramo de la vida.
Sigo sentada. Observando las más mínimas diferencias entre ambas maquinitas. El más leve retardo de un pitido con respecto al otro.
(el Kartero)
No hay comentarios:
Publicar un comentario