Nunca tuve claro por qué a un Dios pescador había que rogarle que nos salvara del mar ni por qué unos padres eran capaces de llamar a su retoño María del Mal. Hoy, unos cuantos años después, sigo cometiendo esos fallos de percepción que han hecho que siempre me acompañaran esas confusiones tan vitales para la existencia. Supongo que al fin y al cabo ni María echó nunca de menos el Mar ni Dios estaba como para librarnos de ningún Mal.
(el Kartero)
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