Podríamos resumirlo todo en la cara de tranquilidad que se les dibuja a las madres cuando por fin nos sentamos todos, sin ausencias, a la mesa. Es cómo una pequeña tregua a esa intranquilidad que debe dar el tener a los vástagos lejos de casa.
No obstante, para los que detestamos todo lo que adereza estas fiestas y no compartimos el carácter religioso de las mismas, siempre nos quedará recordar, que cómo todas, la celebración del día veinticuatro también tiene un pasado pagano. O sea, que las caras de las madres, lleva siendo reclamo por los tiempos de los tiempos…Amén.
(el Kartero, a todos los que volamos el veinticuatro)
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