sábado, enero 14, 2006

La sonrisa de la fortuna

Antonio no dejó jamás de ser un gran tipo. Le obsesionaba un único aspecto de la vida. Aquel que consiste en ser el elegido por la casualidad del universo. Y así fue, antes que nadie, antes de que llegara aquí y muy poco antes de que descubrieran aquella vacuna, que él enfermó. La gripe del pollo lo asó en cuatro días. Desde entonces es hablar del libre albedrío y bajar la cabeza para salir huyendo. No quiero que sepa de mi leve existencia.

(Rayo, el Mulo)

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