Con los años habían hecho del huso el mejor compañero de alcoba. La Bella Durmiente se pinchaba una y otra vez esperando los besos de su Príncipe Azul que de cada arremetida la hacía acercarse más y más al clímax buscado. Pero una noche, el príncipe, sin querer, también se pincho y ahora se abrazan los dos, en coma, por los tiempos de los tiempos.
(el Kartero)
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