Me gusta cómo suena mi nombre en sus labios. Me encanta que me observen cuando no los miro. Me fascina verlos levantar los brazos para que los coja. Pero sobre todo, y esto es lo más indescriptible, me tranquiliza que me ignoren cuando juegan. Si no necesitan de mi se que es porque me tienen.
(El kartero y Rayo, el mulo, de acuerdo en algo)
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