jueves, febrero 16, 2006

Un Cura Genial

El párroco, que había amado a María antes que a Dios, que recibía cada verano a su sobrino en casa, que había tallado un cuerpo para el cristo vestido y que se tapaba los oídos al confesar, fue requerido un día, mientras barría la sacristía, por el Señor. Lo llamó a la capilla, desclavose de la cruz, sentose sobre el altar y mirándole fijamente a los ojos con esa mirada con la que sólo se espera aprobación le dijo: ¿qué vas a hacer, sigues con nosotros o te buscas otra cosa?
Años más tarde me dijo un vecino que habían montado, cerca del pueblo, un bar. El párroco y Dios.

(Rayo, el Mulo)

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