Se sube en la silla. Encoge ligeramente las piernas cómo si cogiera impulso para saltar y lo hace, a su manera, primero baja un pie y luego el otro agarrándose de mi mano. Es su gran salto, aún está practicando. La miro con cara pensativa, mientras escribo esto que lees, y me mira, me enseña todos los dientes y sonríe. Qué metáfora saltar de la silla. Qué responsabilidad que por el momento se agarre de mi mano. Qué amor, sus pequeños dientes en esa enorme sonrisa. Una, dos, tres,… vuelve a saltar.
(el Kartero)
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