Existen infinidad de textos que hablan sobre el proceso de atracción entre las personas. Quizá no son tantos. En realidad nunca he leído nada sobre ello. Me aburriría soberanamente. Últimamente me aburre casi todo lo que llega en forma de palabras a mis manos. De hecho no entiendo que es lo que te mueve a leer esto. No se si esperas encontrar detalles de mi personalidad que de otra forma no adviertes, no se si pretendes leer algo que deje de gustarte para así confirmar que no soy ni bueno ni novedoso escribiendo. O igual resulta, OH! sorpresa la mía, que te identificas con lo que escribo porque de alguna manera hay algo que no sabes explicar que es, lo que hace que exista cierta empatía entre nosotros que te predispone a aceptar de buen grado todo lo que de mi te llega. Y de esta manera llego de nuevo al principio. La atracción entre las personas. Dejando a un lado las feromonas, que han caído en desuso al comprobar que su transmisión a través de Internet no era posible y que por tanto no eran el único condicionante de la atracción a buena cuenta de que esta si se producía en ese medio, debe existir algo, una especie de bisexualidad no necesariamente avocada a la consumación, que hace que nos atraigamos por igual entre hombre que entre mujeres que entre todo lo contrario, y ese algo que no se exactamente que es pero cuyo desconocimiento tampoco me quita el sueño hace que me apetezca estar con unos y aborrezca la presencia de otros. Simplemente. Podría darle de beber a uno o una de estos últimos. Pero nunca, jamás, quererlo. Y yo vivo de querer a los que me rodean.
(el kartero, a l@s que quiero y l@s que no quiero)
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