Desde lo más íntimo de nuestras entrañas observamos, cual francotiradores, lo que nos rodea. Solos en ese bastión advertimos la lejanía, solos en esa colina nos sentimos perdidos. Y que bueno que a veces vengas, subas por esa vereda fangosa y hagas la guardia por mí; permitiéndome, esos días, dormir en paz.
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