viernes, octubre 14, 2005

Furia

Mi víctima yacía inconsciente en el suelo, un pequeño chorro de sangre brotaba de su nariz. Yo permanecía arrodillado a su lado, intentando que reaccionara. No tardaron en llegar las asistencias y la policía. Mientras lo introducían en una ambulancia, el coche patrulla me llevaba ya a la comisaría.
El agente me preguntaba que había ocurrido, y yo le contaba lo del ceda el paso que se saltó y los insultos que me profirió. Pero no me servía, faltaba algo más. No entendía por qué esa situación me había sacado así de mis casillas. Sentía miedo: bien podría haber matado a ese hombre. No lo entendía y todavía no lo entiendo.

(Pinzón Azul)

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