Siempre he pensado que los ojos saltones son ojos ávidos por verlo todo. Que tienen tantas ganas de mirar que se salen de sus orbitas para llegar antes que su cuerpo. Pero a veces esos ojos también son saltones no porque sean curiosos en exceso sino porque están recluidos en un cuerpo que ya no quiere mirar, que los expulsa de su cara por haberlo hecho tanto en otro tiempo.
Afortunadamente, o no, el cuerpo suele ser implacable y no los deja escapar. Afortunadamente también, o no, los ojos pueden llorar y eso, casi siempre, los calma de esa triste e insoportable, a veces, levedad.
(el Kartero)
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