Los niños son, con su inocencia, muchas veces los jueces de los adultos. Y si no lo son a mi no me gusta jamás sentirme juzgado por uno. Porque cuando lo hacen tengo la impresión de haberme salido de cualquier camino de la lógica natural.
Y por eso, y porque no podía evitar atravesar su vientre y ver más allá y ver a ese pequeño juez enano con toga y martillo, con cara de pocos amigos, esperándome para condenarme, decidí salir corriendo.
(el Kartero)
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