De pronto los militares los mandaron a parar. La tensión podía cortar el aire. Les iba a ser muy complicado entrar en Israel. Varios soldados quitaron las lonas que cubrían los camiones. Inspeccionaron las tinajas y decidieron apartarles a un lado. Un teniente joven pidió los papeles a Ali Baba. Entró en la garita y acto seguido ordenó volver a registrar las tinajas. Horas más tarde, un autobús penitenciario salía de allí con Ali y los cuarenta ladrones. No volvimos a saber nada de ellos, la ley antiterrorista permitía encerrarles por tiempo indefinido sin cargos aparentes.
(el Kartero)
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