Lo llamaban Paco Seis Dedos. No por haber sido agraciado con un índice extra, de esos que señalan a diestro; y por qué no, a siniestro. Lo llamaban así porque de pequeño le había cercenado, jugando con un hacha, el dedo a su hermano. El caso es que tampoco se llamaba Paco, o Francisco. Se llamaba Mario, como su tío, ajusticiado, tiempo atrás, en la horca por uso indebido de la guadaña. Quisieron sus padres no jugar con la providencia y ocultar tanta coincidencia. Hoy, cincuenta años después, Mario ha muerto, de viejo, en una cárcel de la península. Tras de él, treinta y ocho almas en pena.
(Rayo, el Mulo)
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