En mi vida he tenido tiempo para enamorarme varias veces, por supuesto. Pero en una ocasión me sucedió algo singular. No estaba enamorado, y sin embargo deseaba estarlo. Y no sólo eso, sino que además sabía perfectamente de quien me quería enamorar. La mujer que debía ser la protagonista de mis sueños y anhelos más profundos tenía nombre y apellidos. Sí, a esas alturas ya había aprendido a guardar la distancia suficiente como para no caer si no me convenía; aunque en el fondo hubiese muerto porque así hubiese sido.
Supongo que nadie se extrañará si digo que aquello no funcionó y que la cuerda teminó por romperse.
(Don Bartolo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario