sábado, febrero 18, 2006

Contrabando

La línea. Cádiz. Año sesenta y ocho. Un joven, como cada mañana, subido en una bicicleta y con un saco de serrín se dispone a cruzar al peñón. El mismo sargento de la Guardia Civil de cada día lo para. Le revisa el saco. Lo pincha esperando encontrar algo. Se conocen de todos los días. Él sabe que el chaval hace contrabando pero no acierta a adivinar con que. El joven le dice que simplemente lleva el serrín para el bar inglés donde trabaja durante todo el día.
La línea. Cádiz. Año sesenta y nueve. Mañana se casa la hija del sargento. Hoy hará jornada doble. Cómo cada mañana, el chaval de la bici y el saco de serrín son los primeros en cruzar. Procedimiento de todos los días. Varilla que se clava en el saco y no tropieza con nada. Miradas sospechosas. Es ya algo personal entre los dos. Doce horas después. Quince minutos para cerrar la verja. De pronto un chaval distraído que mira sus pasos al caminar regresa del otro lado. El Guardia civil se le pone delante. Le corta el paso. El joven levanta la vista. Se miran. Sonríen a la vez. Uno por haberlo descubierto al fin y el otro por que este se diera cuenta de la grandeza de su proeza durante casi dos años.

(Rayo, el Mulo)

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