Siempre he pensado que no pude ser casual tocar un violonchelo. La forma de abrazarlo, de sentirlo entre los muslos, de apoyar la cara casi en el mástil y de mover con suavidad el arco que ha de arrancarle los sonidos me parece que ha de crear una relación entre la chelista y el instrumento casi mística. Y qué se dirán, qué se dirán con ese pizzicato.
(El Kartero)
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