Una gran tienda en una ciudad donde descubrí los rostros de la felicidad. Bajas algunos peldaños de la escalera, te saludan cariñosamente y comienzas a cantar. Tu melena rubia, la increíble claridad de tus ojos. La calidez de tus perfectas melodías saliendo de las guitarras. Y esa voz, basta escucharla y ya es imposible no desear hacerte el amor.
(Pinzón Azul, a L.M.)
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