Jamás se me hubiera ocurrido hacer esto en mi país. Yo, que había tenido la suerte de ir al colegio hasta que tenía once años. Cuan equivocado estaba. Ahora me siento la persona más afortunada del mundo. Cuando le escribo a Sahel y se lo cuento se entristece, me dice que mejor regrese, que no comprende por qué debo hacer el trabajo que los blancos no quieren, que ya nos apañaremos. También le digo que salga a la calle por la noche a contemplar las estrellas, que las mire y sienta cómo en ese momento yo también las miro, a su lado, bajo este cielo tan igual y que esconde tantas diferencias. El compañero del camión me dice que un día me voy a caer si sigo mirando al cielo, pero no le hago caso, y sigo hasta que para y vuelvo a recoger la basura.
(el Kartero)
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