martes, febrero 21, 2006

El sacerdote

El sacerdote se dirigió con avidez al kiosco cuando el propietario de éste estaba a punto de echar el cierre.
- Vaya, padre, usted por aquí a estas horas. Y cómo es que va tan abrigado, con la tarde tan buena que ha hecho? Bueno, en qué puedo ayudarle?
De nada sirvieron el gabán y el sombrero. Reconocido por uno que nunca pisaba su parroquia. Pensó que la próxima vez iría a otro barrio más alejado, mejor quizás a otra ciudad. Y sin quitar ojo de la revista objeto de su deseo, pidió el diario de la mañana que ya había leído.

(Pinzón Azul)

No hay comentarios: