Las caricias que nunca nos dimos se disuelven, ansiadas, en el tiempo. El no estar a la altura. El no llegar a tiempo a tus metas. El querer ser como la parte de ti que me gustaba y no cómo la que detestaba. El querer ser, pese a todo, como yo. Todo se disuelve, como las caricias, en el tiempo. Y el tiempo ha pasado, y la distancia se ha interpuesto, y ahora presiento, que aunque quisiéramos ya no seríamos naturales y estamos condenados por los tiempos a mirarnos sabiendo lo que nos debemos. Pero igual no todo está disuelto. Tus últimos besos se han clavado como lanzas ardientes que derriten tanto hielo. Quizá es que tu losa, la que cargas, también está sufriendo el deshielo. Esperaré. No tengo a donde irme. Además, no me lo perdería por nada del mundo.
(el Kartero)
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